Toda la actividad humana entre los mexicas estaba impregnada por un profundo sentimiento religioso, por lo que el ritual formó parte inherente e indisoluble de la vida del hombre que quería comunicarse con sus dioses. Los rituales se celebraban conforme lo dictaba el calendario Tonalámatl y variaban en forma, contenido y duración dependiendo de la divinidad invocada. El ritual guardaba la esencia primigenia de morir para nacer; de morir para satisfacer a los dioses.
El visitante podrá conocer algunos de los objetos que formaron parte de los diversos rituales mexicas, algunos en el contexto de hallazgo, como la Ofrenda 17. Los rituales funerarios están representados con las denominadas ofrendas 10, 14, 34, 37, 39 y 44.
Estos rituales se caracterizan por la presencia de una urna o recipiente que contenía los restos óseos cremados, huesos de fauna, así como artefactos, algunos de los cuales fueron cremados junto con el difunto. Los objetos mexicas más antiguos, localizados en la etapa constructiva II del Templo Mayor (1375 a 1427 d.C.), son precisamente dos urnas en cuyo interior había restos de huesos cremados; una de ellas hecha en obsidiana y otra en piedra tecalli: ambas corresponden a un mismo contexto funerario.
Otro de los temas abordados en esta sala es el ritual del autosacrificio, que consistía en perforarse ciertas partes del cuerpo, con navajillas de obsidiana, puntas de maguey o punzones de hueso. Una vez ensangrentados se colocaban en unas bolas de heno llamadas Zacatapayoli, como una ofrenda a los dioses.
También pueden observarse objetos relacionados con rituales como el sacrificio humano, como por ejemplo, los cuchillos-rostro, así como las impactantes máscaras-cráneo. Así mismo, se exhibe un grupo de cráneos de decapitados, los cuales presentan las características perforaciones en el temporal por las que se cruzaba una estaca para colocarlos en el altar Tzompantli. Además, estos cráneos presentan huellas de haber sido desollados, antes de ser exhibidos en dicho altar.
El visitante podrá conocer otros objetos relacionados con las ceremonias rituales, como los braseros, en los que se quemaba el copal, figuras hechas con esta resina, instrumentos musicales, collares y cuentas de adornos suntuarios, entre otros.
Sacrificio humano
Este tipo de rito se realizaba de diversas maneras y una de ellas era el empleo de una piedra de sacrificios, un cuchillo de pedernal y un recipiente para ofrendar los corazones, llamado Cuauhxicalli.
Revestía gran importancia ya que era la manera en que a la muerte siguiera la vida, tal como ocurría en la naturaleza, en la que a lo largo del año había una temporada de secas donde las plantas morían y una temporada de vida, en que la lluvia hacía renacer los frutos de la tierra, como parte de un ciclo constante.
A través del sacrificio humano se ofrendaba lo más preciado, la sangre y la vida misma, para que a través de la muerte surgiera la vida. Los rituales funerarios
El tipo de funeral que se le realizaba a un difunto, estaba en función de la forma en que la muerte hubiese sucedido. Si había fallecido por causas relacionadas con el agua, se enterraría. Por otro lado, la muerte en la guerra o por enfermedad común, implicaba la cremación del individuo. Este tratamiento funerario generalmente se practicaba entre la alta jerarquía y los guerreros.
Tras complicada ceremonia, que duraba varios días, y en la que morían esclavos y un perro guía, los restos del difunto -adornados con joyas de piedra y metales- eran quemados para posteriormente introducirlos en una urna, junto con los cabellos del difunto y algunos de los objetos que lo adornaban.
El teyolía o alma del individuo viajaría a la Casa del Sol si había fallecido en la guerra, pero si la muerte había sido por enfermedad común, viajaría al Mictlan, región a la que tardaría cuatro años en llegar.
Ofrenda 17
La ofrenda 17 contenía múltiples objetos que probablemente fueron obtenidos como botín de guerras y tributos, así como cráneos de decapitados en los rituales de consagración del Templo Mayor.
En términos generales esta ofrenda era la representación del universo a escala humana. Por ejemplo, los objetos marinos, como son los corales, correspondían al inframundo acuático y el espadarte de pez sierra era la superficie de la tierra. Los cuchillos de sacrificio, los cráneos decapitados y los braseros decorados con un moño al frente, nos remiten a Huitzilopochtli.
Presidiendo la ofrenda estaban las imágenes del dios del fuego Huehuetéotl-Xiuhtecuhtli y de Tláloc.